The city, the villages, the markets
The city, the village, the markets: epistemological parameters on reality and realism in fieldwork
©By Abdel Hernández San Juan
En su ensayo introductorio a la antropología estructural levis Strauss menciona un concepto sobre el cual extrañamente no vuelve nunca más a en su obra el cual, sin embargo, es de central significado epistemológico para los problemas que voy a discutir en este ensayo enfocado en desplazar la atención más allá de los parámetros del realismo, es decir, no ya solo del realismo entendido como un género reconocible en los modos estilísticos de la representación, donde nuestras imágenes e ideas de la realidad las desarrollamos de acuerdo a los efectos de realidad que son producidos por las representaciones.
Más allá de ello, considerando que de por si la infinidad de modalidades existentes de realismos son contrarios unos a otros, explicitan que el realismo no es otra cosa que una antinomia entre ideologías de la representación, mi objetivo es discutir un concepto de realidad anterior a la representación y que prescinde de ella.
Indudablemente cualquier forma de referirnos a la realidad presupone también que entendemos por ella pero no es lo mismo creo que pocos no estarían de acuerdo, hablar de realidad que hablar de representación, es decir, de efectos de realidad producidos por esta última.
Dos conceptos y solo dos en la historia del pensamiento teórico tanto como en la evolución de todas las formas existentes de empirismo se han relacionado a este principio anterior a la representación, los conceptos de mundo de vida y de trabajo de campo, mi atención en esta ocasión es en el último, me propongo discutir que el trabajo de campo se distingue y se hace especifico precisamente y sobre todo justo porque presupone un mundo intramundano y un horizonte de experiencia anterior a y que prescinde de la representación estando así estrechamente relacionado a los conceptos de mundo de vida, mi concepto del horizonte intramundano y al concepto de realidad o, para decirlo en los términos de levis Strauss de los realias
Un mundo de trabajo de campo no es otra cosa que volviendo sobre los antiguos y los clásicos una relación si se quiere virgen entre la percepción y el mundo que se nos ofrece a ella como multiplicidades sensibles, su recorte epistemológico no es otro que el de los conceptos de espacio y de tiempo en modo simple y empírico.
En segundo lugar, el trabajo de campo se inscribe frente a y respecto al debate filosófico sobre el concepto de realidad en directo sin mediaciones de la representación.
Como he discutido en otro ensayo lo que hace al trabajo de campo en su distinción y diferencia con el mundo de vida---si bien hay que decir que el trabajo de campo es una parte, un fragmento o una serie de momentos que se recortan a su vez dentro del mundo de vida—pero lo que lo distingue de aquel son las inscripciones no solo como estas adquieren forma en los modos textualizados de las etnografías, sociologías o antropológicas culturales que uno escribe, sino a las inscripciones en la cultura y afuera de la página.
Visto así quisiera a continuación analizar que lo que hace al trabajo de campo es su forma del estar en la cultura, la aldea, la ciudad, los mercados.
En un ensayo relativamente reciente titulado antropología y ciudad dos antropólogos de la universidad de california han propuesto respecto a la ciudad de Bogotá algo parecido o similar a lo que yo hice respecto a los mercados de Venezuela y la ciudad de caracas en términos de antropología urbana en mi ensayo etnográfico relacionando lo moderno con lo colonial así como se han preguntado por la ciudad en términos similares a los que centraron mi atención tanto en caracas cuando al final de mi trabajo de campo me interese desde ellos mismos en la ciudad de caracas como luego en el noventa y ocho en Houston cuando retome las ciudades--, sin embargo, a pesar de las similitudes en las preguntas sobre qué diferencia escribir desde la ciudad o desde la aldea—en referencia a geertz—o sobre ella, y de que se trata de un esfuerzo valioso sobre todo allí donde se insiste en la cuestión de que escribir desde la ciudad o desde la aldea no es lo mismo que escribir sobre ellas, hay diferencias muy significativas entre mi modalidad y la de ellos
Por un lado, ellos toman una ciudad como ya previamente constituida por los discursos que la han hecho objeto de una referencialidad representacional objetiva tanto en la gobernamentalidad como en general en una serie de discursos sociales que dan a la ciudad como un todo previamente formado, con una identidad social e histórica como esta ha sido previamente constituida y aceptada por los discursos de su historicidad y de su institucionalidad.
A diferencia de ello mi modelo de research conceptualista no toma a la ciudad como un todo constituido por formas discursivas previas instituidas por retoricas de historicidad ya aceptadas y por modos de la representación relacionados a las retoricas del realismo y a los modos de gobernamentalidad,
Se trata aquí primero de una experimentación que tiene en su centro conceptos abstractos y que privilegia la experiencia inmersiva multisensorial del cuerpo como ella es recogida y experienciada fenomenológicamente, se trata por otro lado, en términos de constructivismo en sociología de que el research sobre la ciudad va a proponer una construcción simbólica que es al mismo tiempo una propuesta de lectura obtenida desde esa misma inmersividad societaria y horizontal,
de ello se desprende un volver sobre la ciudad con una conceptualidad de ciudad propuesta por el research que se refiere a lo inverso de aquella ciudad previamente constituida, no necesariamente para negarla u objetarla en el modo de sus representaciones instituidas, sino para dar con otras relaciones de sentido que son a su vez elucidadas y también simbolizadas pero que traen a la construcción del research como textualidad escritural cuestiones fenomenológicas obtenidas de esa inmersividad multisensorial del cuerpo,
por lo tanto únicas a esa inmersividad y al mismo tiempo correlacionadas con la pesquisa implícita a la exploración de conceptos los cuales han de ser filosóficamente trabajados y que ponen en relación los aprioris conceptuales de la abstracción teórica con las hallazgos empíricos al regresar sobre esa conceptualidad.
Desde el punto de vista de la antropología el realismo se ha planteado sobre todo en el modo por un lado de la descripción participante y por el otro en la forma del estructuralismo.
El primero presupone una representación del mundo tal como es observado y catalogado por la descripción en el modo “más fiel posible”, las antinomias del realismo explicitadas en el hecho de que sus distintas formas en tanto ideologías de la representación de las cuales la realidad es un efecto no coinciden entre sí, niegan que tal fidelidad sea posible, comprender y entender una realidad, más aun una cultura no es lo mismo que mimetizar sus efectos en una repetición ilusoria, se parte de la presuposición de que describir las cosas tal cual como se ven es el modo más fidedigno de captar aquello en lo que una realidad consiste, niego esto de forma rotunda.
La comprensión de una realidad cultural solo es accesible en forma estratificada fenomenológicamente que requiere de la hermenéutica del sentido, y como tal funciona de acuerdo a parámetros distintos a aquellos que repiten en la representación las impresiones.
El orden fenomenológico que hace a esa estratificación diferencia las apariencias de los sustratos, comprender una realidad cultural es trabajar con esas estratificaciones que son de por si estratificaciones de sentidos a los cuales solo se accede por medio de la comprensión no de la representación.
Reflejar un mundo repitiendo las impresiones mediante efectos de representaciones no es ni entenderlo, ni conocerlo ni comprenderlo.
El presupuesto de que el orden fenomenológico de la realidad puede ser traspuesto a las leyes de la composición representacional por medio de descripciones establece las principales relaciones del realismo con géneros a través de los cuales el lenguaje se subordina a la realidad o debe considerarse como sujeto a los rigores y exigencias de aquella radicando todo el esfuerzo en hallar las formas de lenguaje que mejor transpongan o traduzcan los imperativos de realidad a los imperativos de representación.
El estructuralismo a la inversa, ha presupuesto que analizando la realidad objetiva a través de estructuras que son al mismo tiempo modelos abstractos tomados de la teoría lingüística en relación con las estructuras objetivas de una realidad sometida al escrutinio lingüístico, la antropología puede conseguir modos cuya objetividad respecto a la realidad no deriva de una representación o reflejo de esa realidad en la forma de transponer lo observado a las leyes de la representación escrita o visual, sino que antes bien la relación entre estructuras como modelos formalizados y estructuras objetivas de la sociedad, suministra el material requerido para obtener una objetivación de esa realidad más que su representación objetiva.
En ambos parámetros sin embargo se parte de un presupuesto realista respecto a esa realidad donde en última instancia lo que se obtiene respecto a ella ha de ser objetivo desdeñando así las posibilidades de la subjetividad, la imaginación, la abstracción filosófica y reflexiva así como sobre todo las posibilidades que ofrece la pura experimentación conceptualista centrada en conceptos donde se va a la realidad con conceptos y desde los conceptos.
Ahora bien dado que el modelo o la modalidad de la que se trata aquí es rigurosamente conceptualista de modo que los resultados de un research se elaboran alrededor de las posibilidades tanto empíricas como teóricas que ofrece el trabajo con determinados conceptos que son escogidos en anticipación como aquellos que rigen la investigación, sabemos que la especificidad del parámetro conceptual estriba en su tautología, en el hecho de que el conceptualismo parece por momentos suspender todo lo que respecta a la comprensión o estudio de una cultura o realidad a puros conceptos subordinando por lo general el estudio de las culturas a la teorización sobre las culturas así como a la tautología que es propia de los conceptos mismos, creo que esto es algo que debemos aceptar y reconocer quienes somos conceptualistas como lo que por un lado potencia y por el otro limita nuestras investigaciones.
Pero si bien esta siempre ha sido la limitación del conceptualismo, su autoreferencialidad y su tautología el hecho de que todo deriva en teorizar de forma abstracta según los conceptos, y que en ocasiones ello aparece vacío de un contenido respecto a una realidad externa a los conceptos mismos deviniendo más formalista que contenidista, en la misma medida es su fuerte pues nos interesa menos en el conceptualismo ofrecer una imagen o una representación objetiva de una realidad entendida en términos de representación realista o transposición bien sea descriptivo-participante o estructural objetivante y más la comprensión de que en primera y última instancia nuestra relación a una realidad cualquier que esta sea, es nuestra relación con ella a través de conceptos.
Consideramos de hecho que ni el realismo ni el estructuralismo logran realmente comprender la realidad de una cultura que solo puede ser recogida en su verdadera dimensión través de relaciones de sentido y significados de sentido común en los mundos de vida
El concepto de inmediatez de mundo a su vez es el que me ha persuadido a teorizar lo que he definido como horizonte intramundano, ahora bien, en el horizonte intramundano lo que es fenomenológico de un mundo y lo que es hermenéutico en su relaciones de sentido y elucidación que hace a ese mundo intramundano distingue del concepto de realidad, pues si bien la presupone implícita, en el concepto de realidad el acento esta puesto desde el punto de vista perceptivo y visual de su sentido fenomenológico, es decir, sobre el hecho perceptivo mismo que confirma la relación entre el percibir y lo percibido, y es precisamente esto lo que, a pesar de lo real o la realidad estar presupuesto o ser implícita al horizonte intramundano, distingue sin embargo y diferencia ambos conceptos.
Un horizonte intramundano es indudablemente una realidad, pero en el mismo la realidad no está expuesta ni a la observación ni a la pregunta qué hace a lo percibido real o realidad respecto a la percepción o a la representación.
En pocas palabras, si decimos que dentro del horizonte intramundano hay realidad lo decimos porque el concepto mismo presupone una realidad aceptada pero esta realidad aceptada esta como dada y decursando no está expuesta a la atención sobre ella lo cual de por sí ya nos aleja del concepto mismo de realidad pues como me propongo discutir en este ensayo lo que hace al concepto de realidad no es otra cosa que el reparar en la percepción, si dejamos de reparar en la percepción que distingue el percibir de lo percibido, dejar de ser una realidad y pasa a ser otra cosa, un mundo o un universo del cual la realidad forma parte pero como algo tácito, ya dado a aceptado y por lo tanto ya diseminado y diluido en otra cosa.
Llamar el concepto de realidad o más precisamente, llamar los datos de los sentidos según el concepto de realidad es simplemente comenzar a distinguir que separa la percepción de lo percibido, por lo tanto, si esa separación no es el centro de nuestra atención ya no es la realidad, de hecho, la percepción y lo percibido se diluyen una en la otra justo cuando aparece el hecho de que las cosas nos hacen sentido y nos devienen significativas,
si la cama me hace sentido para dormir integro la percepción y lo percibido, diluyo una cosa en la otra a través de los significados de este modo la semántica pasa de ser más que un simple dato formal sobre los significados y adquiere una relevancia cognitiva dada en que coordina la integración significativa de los sentidos, esta integración solo puede ser accedida a través de la comprensión y como tal resulta de la comprensión no de la atención a la percepción, visto así, el horizonte intramundano es en sí mismo comprensivo y se refiere a un mundo no a una realidad.
Que es pues y como se define y distingue frente a esta epistemología el concepto de trabajo de campo, de ello precisamente se trata aquí, la epistemología que hace el trabajo de campo, su recorte propio.
Detengámonos con más precisión en el concepto de realidad.
Lo real esta presupuesto como tácito en tanto hermenéuticamente aceptado por el sentido que de una vez le hace a sujetos envueltos en mundos fenoménicos e interpretativos cargados de relaciones simbolizadas e interpretadas, al estar la realidad dada como tacita esta al mismo tiempo dejada de lado como aquello sobre lo cual no repara nuestra atención, el horizonte intramundano no se define en este sentido por reparar en la realidad en el modo de una pregunta o de una observación, sino que la realidad esta diseminada en aquello que en definitiva aceptada como presupuesta la supera o va más allá de su mero principio concurrente a aquello que lo hace real o realidad en la relación entre la percepción y lo percibido o la representación y lo representado.
A diferencia del horizonte intramundano concepto que en última instancia desde el punto de vista ontológico remite más a lo que Hegel llamaba la vida o el individuo viviente, el concepto de realidad nos remite o trae consigo la presuposición de algo que lejos de ser aceptado como tácito está expuesto a una pregunta de observación cuyo presupuesto implícito viene dado en el hecho de que una percepción pueda ser más o menos cercana al objeto de esa percepción, incluso en un momento dado una percepción insuficiente o que distorsiona a su objeto, en este sentido la noción o el concepto de realidad es el mismo como sostiene Hegel un concepto contingente y accidental que tiene en su base la relación siempre implícita entre la idea misma de realidad y la noción de posibilidad.
Lo que es real o puede serlo es tal porque ha sido o es posible, si no es posible entonces no puede ser real, nos acercamos aquí a la ontología del concepto de realias propuesto por levis strauss.
Al mismo tiempo realidad y posibilidad se son tan implícitos que lo que es real lo es porque es posible y a la inversa lo que es posible es tal porque es real o es realidad, entre ambos media la necesidad, y lo que se presenta como realidad en definitiva no es otra cosa que la necesidad de una unión entre posibilidad y realidad pues una vez ha adquirido una forma tal o dada la ha adquirido en la medida en que al unirse realidad y posibilidad ya no puede ser en otra forma que no sea la adquirida, en este sentido a diferencia de la vida, la realidad es siempre contingente y accidental incluso allí donde unida a la posibilidad se ha vuelto realidad necesaria y por lo tanto de ningún otro modo que no sea el que es, allí incluso es aun accidental y contingente
Por otro lado, como hemos sostenido hace un momento la noción misma de realidad y de lo real presupone ella misma poner la observación u observar justo allí donde en el mero decursar del horizonte intramundano no reparamos por darlo como tácitamente aceptado y pasar más allá de la atención a que lo hace realidad o real, hacia el espacio en que se traman las relaciones de mundo y de sentido fenomenológico y hermenéutico que conforman el mundo de vida.
A diferencia del mundo de vida el concepto de realidad presupone tanto en sentido ontológico –la relación contingencia, realidad, posibilidad necesidad—como en sentido epistemológico, la relación percepción-percibido, observador-observado, una atención a aquello que hace efectivamente corroborable que se trate de un real o de un contingentemente real a diferencia de aquello que podría ser no real, irreal, surreal, de ficción o imaginario.
Pero aquí justo desde que estamos pensando lo real frente a lo posible hablamos de la génesis de lo real en los realias, los realias no son más que este momento anterior a través del cual nos percatamos de que ontológicamente si algo hay de real antes de pensar en el concepto de realidad como un todo cristalizado, es precisamente la relación de lo real con lo posible y lo necesario, visto así, en este recorte, no hablamos de realidad sino de realias como micro niveles de lo real dado.
El concepto de realidad es pues en este sentido por un lado un concepto empírico y por el otro un concepto experimental, dado que el concepto mismo presupone la no aceptación de lo que con ello viene dado al mundo fenoménico y a las relaciones de sentido, sino que presupone reparar en ello como distinción entre lo que es real o realidad frente a lo que no lo es o a lo que es irreal
El concepto mismo trae con él la pregunta por la corroboración de la observación de si es real o no, no es de hecho posible separar el concepto de realidad de esta pregunta por lo real versus lo no real y es por ello que el concepto mismo no es un concepto cristalizado como un todo envolvente, sino un concepto contingente y experimental, el concepto de mundo de vida y horizonte intramundano en su diferencia es tácito, da lo real como aceptado e indiscutido, lo deja de lado, lo acepta como dado y se desentiende de el, el mundo de vida y el horizonte intramundano no son conceptos contingentes a una distinción entre lo que es y lo que no es, o entre lo que se percibe y lo percibido, ambas cosas están de una vez integradas por los sentidos y los significados, son conceptos así comprensivos donde la fenomenología y la hermenéutica se han fusionado, no estamos aquí sino en los albores mismos, en el centro epistemológico de la sociología fenomenológica, la sociología en que nos ocupamos de dos cosas el sentido común, como sociología del sentido común, y el modo en que conocemos, la sociología del conocimiento.
Adelantamos con este despeje que el concepto de trabajo de campo solo puede ser teorizado como una teoría ontológica del trabajo de campo desde la sociología del sentido común y del conocimiento, y que el trabajo de campo se recorta epistemológicamente entre estas dos nociones, sentido común y conocimiento
La contradicción que hemos subrayado implícita al concepto de realidad, el hecho de que por un lado parece designar aquello que como la verdad misma, no puede ser otra cosa que la realidad y lo que aceptemos como tal, por otro lado, trae consigo que una realidad no puede nunca ser del todo abordada por todas sus partes o aceptada como un todo o como una totalidad, decimos la realidad o lo real y presuponemos una determinada realidad pero en esta acepción ya no estamos diciendo la realidad, sino que la estamos dando presupuesta como un mundo o como una mundanidad, no estamos ya parados o detenidos frente al concepto para preguntar por el mismo, una vez lo hacemos de inmediato percibimos que el concepto mismo de realidad cuando se repara en el trae con el mismo la observación o la relación visual entre lo que percibe y lo que es percibido, lo que representa y lo que es representado pues aquella totalidad en el mismo modo en que Hegel decía que nunca tocamos la materia, sino que tocamos una determinada materia especifica en relación con una forma dada, nunca palpamos una realidad más que a través de una forma determinada, un fragmento o una parte como se presenta a los sentidos,
desde esta perspectiva que regresa al concepto de las multiplicidades sensibles, el concepto de realidad es definitivamente un concepto como decíamos empírico y experimental, es experimental no porque sea susceptible de experimentalidad respecto a sus contrarios como pueden ser lo irreal, lo surreal o la imaginación, sino porque como realidad en si misma o como lo real presupone grados de realidad que vienen dados primero en los modos en que se presenta la realidad a la fenomenología de su experienciaion en las formas y segundo porque trae en el mismo la relación entre lo que es y lo que se percibe, entre lo que es y lo que se representa siendo y por el mismo motivo entre lo que es de un determinado modo y el hecho de que podemos representarnos ese modo, es decir, esa realidad o ese real en modos adecuados o inadecuados, fieles o distorsionados.
De este modo el concepto de realidad si no queda dado como aceptado en su generalidad tacita y por lo mismo superado en el concepto de mundo de vida y más allá en el de horizonte intramundano, pasa a convertirse en un concepto expuesto a la interrogación frente a lo cual no puede escapar al concepto de conocimiento en tanto la idea misma de realidad presupone su corroboración empírica presupone también y de modo más decisivo el modo de su representación asunto el cual de por si nos conduce no precisamente a la discusión de la realidad o de lo real, sino antes bien al problema del realismo que se refiere no a la realidad sino a las formas de su representación y es precisamente cuando observamos la gran variedad de formas de realismo extrapolados y diametrales entre si lo que nos testimonia sobre el carácter mismo contingente y accidental del concepto de realidad.
De hecho, si la realidad, una vez no la aceptamos como tacita y la superamos, sino que la llamamos a la atención fuera de un solo modo y con una sola forma dada de totalidad, habría respecto a ella en términos de representación un solo realismo, pero las formas del realismo distan tanto unas de otras que lo que pone entre signos de interrogación es precisamente que la realidad una vez traída a la pregunta pueda ella misma ser otra cosa que los modos de mayor o menor adecuación
No estamos con esto diciendo que una realidad es su representación o que la realidad ha de ser remplazada por estas se trata antes bien de sostener de acuerdo con Hegel en ello que la noción de realidad no subraya otra cosa que una formalidad o una forma y que la realidad como concepto es en sí misma experimental por lo tanto la elucidación sobre las formas de relación entre representación y realidad es ella misma una cuestión experimental que ha de quedar sujeta a la reflexión sobre esa experimentalidad.
En este sentido el conceptualismo como alternativa al realismo o desarrollado como experimentación en sus márgenes, establece un parámetro en el que pasa al primer plano la sociología fenomenológica algo que hemos discutido antes es decir la relación entre la comprensión de una realidad y su construcción partiendo del hecho de que es un mundo de vida y un horizonte intramundano y carece de sentido repetir en el lenguaje lo que esa realidad es en términos de transposiciones, el horizonte de los conceptos en su diferencia nos sitúa frente al reto de no interrumpir el plano de la experiencia con el plano de la representación sino antes bien establecer una continuidad entre el pensamiento y el ser en su relación a la experiencia vvvvvvvbbbhhyy
una serie de preguntas teóricas y empíricas sobre el tema de la ciudad que inicie a concebir y desarrollar como resultado de mi trabajo de campo en los mercados populares urbanos en venezuela adquirieron una independencia respecto al tema del mercado para pasar a prestar atención a la ciudad en que esos mercados en términos urbanos están emplazados.
La investigación a la cual hago referencias, se fue articulando progresivamente en la misma medida en que iba haciendo mi research sobre los mercados urbanos, en el estudio de estos, tenía que revisar colecciones visuales de distintas épocas desde el siglo XV pasando por el mundo clásico y el modernismo hasta el presente del mercado libre neoliberal y su publicidad, como resultando de ello, dado que los mercados sobre los cuales estaba puesta mi atención, estaban ubicados siempre en determinados emplazamientos de la ciudad de caracas, la recopilación de imágenes sobre caracas como ciudad se iba conformando el mismo tiempo en que conformaba una memoria visual sobre los mercados, por otro lado, en términos empíricos, mis desplazamientos de trabajo de campo por los distintos tipos de mercado, desde que comencé en el mayorista de coche hasta todos los posteriores en que me inmersione, adquirían forma en la ciudad de caracas, todo esto hizo que progresivamente aumentara mi interés en la ciudad ahora desde el punto de vista de una atención hacia ella más allá de los mercados, el research a que hago referencias, debido a que me enfoque en los mercados, no lo desarrolle propiamente en aquel momento, pero si inicie a hacer un levantamiento fotográfico en conjunto con mi amigo y colega Ángel Sánchez desde una estación que creamos juntos en Galipán su pueblito en el Ávila, gracias a Ángel y con su ayuda, hice en aquel entonces cientos de fotografías de la ciudad de caracas con las cuales en aquel momento no pude trabajar pero que guarde a modo de volver sobre el tema más adelante, en el año mil novecientos noventa y ocho, anuncie en Houston mi programa enfocado en las ciudades, san francisco, new york, new Orleans, Houston, y otras no incluidas en el programa, contemplando también los viajes
La ciudad de caracas había sido ya, mucho antes de reparar en ella con el objetivo de dedicarle alguna investigación o proyecto que la tematizara, objetivo de muchas preguntas e inquietudes que a lo largo de muchos años desde la mera vida exprese de distintos modos a mis amigos y colegas, la posibilidad de articular un proyecto sobre las ciudades que incluya el retomar de aquel primer esfuerzo con Ángel, es también así para mi una alternativa para retomar también mis experiencias respecto a la ciudad anteriores a haberme planteado el proyecto.
Según Jean Duvinaud, idea que comparto, las grandes ciudades se formaron en su gran mayoría inicialmente como interespacios, es decir, como lugares de tránsito, traslado o paso, desde unas formaciones rurales hacia otras y mantienen ya plenamente conformadas –sus análisis abarcan las principales ciudades europeas entre el medioevo pasando por el renacimiento y el mundo clásico hasta las ciudades modernas europeas—es decir, enteramente conformadas como conglomerados urbanos autosuficientes y autocentrados en ellos mismos, una relación con aquel campo rural del cual inicialmente se desprendieron.
Lo anterior, cuando uno se inmersiona y sobre todo vive largos años en una gran ciudad, resulta en principio o a primera vista difícil de sostener, percibe uno que una ciudad es algo en si mismo tan autocentrado y autosuficiente con sus propios caracteres sensoriales, con sus relaciones propias entre centros y recorridos, itinerarios y relaciones entre cuerpos y automóviles, entre áreas residenciales y áreas recreativas, entre centros de status simbólico y periferias urbanas, que dista mucho o da la espalda a aquel otrora campo rural al cual duvinaud remite la génesis u origen de las formación de las ciudades, pero por mucho que ciertamente la ciudad parece separada por una frontera infranqueable de todo lo que no es ella, se trata en realidad de un efecto de psicología ambiental, una ciudad moderna y urbana solo falsamente puede ser definida como un sistema cerrado, cuando prestamos atención al tráfico que define a una ciudad percibimos que más del cincuenta por ciento de las cosas que sostienen a una ciudad moderna continua dependiendo de la relación que es ciudad tiene por todos sus lados, con el campo rural, grandes autopistas enlazan entre una gran ciudad y otra gran ciudad, infinidad de pequeños pueblitros de campo desde los cuales arriba un por ciento significativo de las cosas que usualmente circulan en una ciudad, bien se trata de pueblos cercanos estimables dentro de un perímetro mensurable a esa ciudad, es decir, dependientes de ella, o bien de pueblos alejados muchas veces dependientes de otras ciudades, toda ciudad esta estrechamente relacionada con sus exterioridades y continua guardando en su propia configuración infinidad de cosas relacionadas a aquello que la relaciona a lo que no es ciudad
Así, por ejemplo, una ciudad como caracas, se define a través de un tráfico continuo que le viene por un lado del mercado, la distribución y el tráfico de la costa, así como de sus salidas hacia valencia y Maracay, por un lado, y hacia Anzoátegui por el otro, al mismo tiempo,
Que las ciudades se originaron alrededor del mercado parece así una verdad al menos para le mayor número de ellas, me gustaría cerrar este ensayo con un ejemplo de ello como se refleja en los testimonios sobre los mercados aztecas de Bernal días del castillo
Empezaba a funcionar el mercado semanal antes de que se fundieran las estrellas con el color del día. La gente llenaba las calzadas que conducían a la ciudad y se aglomeraban en las canoas que se dirigían a Tenochtitlan. En todas partes, dentro y fuera de la ciudad, la gente se encaminaba al mercado.
La familia Atox, como las otras, se levantó en el alba y se dispuso para ir al mercado, Puesto que el distrito de su clan estaba cerca de la plaza principal, solo debía tomar el gran camino que conducía al centro de la ciudad. Esa calzada, asi llamada debido a que su mayor parte estaba edificada sobre el agua, empezaba en la población de ixtapalapa y se extendía por espacio de cinco kilómetros en dirección al norte, hacia la ciudad de México. Era tan recto su trazo y tan alto el gran templo, que podía verse claramente a algunos kilómetros de distancia. La calzada media cuatro metros de anchura y, al penetrar en la ciudad propiamente dicha, la flanqueaban las casas a ambos lados. Los que entraban en la ciudad tenía que pagar por el uso que hacían del camino. En la entrada de la ciudad estaban los guerreros aztecas encargados de cobrar el peaje, que satisfacía la gente con parte de la mercancía. A distancias regulares de unos quince metros, unos pequeños canales interrumpía la calzada, cubriéndose el corte con un puentecillo de madera movible. Servían para la defensa y para permitir el paso de embarcaciones mayores.
La mayor parte de las casas alineadas a ambos lados del camino, y que se extendían en profundidad, eran generalmente de un solo piso. Las de mayor importancia estaban construidas de un tabique elaborado con una especie de ceniza volcánica y revestido de una capa de cemento pintado de color brillante. La mayor parte no tenía ventanas y la única entrada daba a los canales que discurrían antes casi todas las casas, en las que amarraban las piraguas. Saltabas de la embarcación en un pequeño patio para penetrar en la casa por su única puerta. La de la familia atox era de este tipo.
Al término de la calzada en el centro de la ciudad se hallaba la gran plaza. El teocali, la casa del dios de los aztecas, se erigía en la gran plaza. Era pírame media más de sesenta metros de alto y lo dominaba todo. Para esto estaba planeada, todo se veía minúsculo a su lado. Los ciento catorce altos escalones que conducían a la cima estaban labrados en uno de sus costados. En la cúspide había dos grandes templos. En uno de ellos podía verse humear el fuego sagrado. No podía apagarse excepto a fin de año, durante los cinco días varios del calendario azteca. Los sacerdotes, vistiendo largas túnicas oscuras que le cubrían hasta los tobillos, deambulaban por los templos. Era ahí donde los sacerdotes percutían los tambores todas las mañanas para anunciar el nacimiento de un nuevo día, era ahí donde tocaban los caracoles marinos para incitar a la gente a librar las batallas de otro día.-
Alrededor del teocali había otros templos y palacios, juegos de pelota y mercados. Era tan grande esa plaza que son solo centro formaba algo más que una décima parte de toda la ciudad. Más de cincuenta edificios de la plaza desempeñaban la parte religiosa, administrativa y social de la ciudad. Extendiase casi a todo lo ancho de la isla y el agua la limitaba en dos de sus lados. Alrededor de la orilla se alzaba un friso de serpientes denominado coatipantli, o muro de serpientes, porque representaba el mural una larga y no interrumpida serpiente enroscándose hasta los límites de la plaza. Estaba pintada de verde y rojo y media unos trecientos metros.
En la mañana del día en que se celebraba el mercado semanal todos los miembros de la familia atox cargaban los productos que deseaban cambiar. Llevaba el padre buena cantidad de espejos hechos de vidrio volcánico negro, que el había pulido. Aguila que habla y su hermano habían enrollado los petates destinados a la venta, y asi mismo transportaban cajitas realizadas con fibra. La madre y las hermanas—todas ellas expertas tejedoras—llevaban en sus espaldas lienzos de algodón bellamente elaborados. Sus esclavos llevaban el maíz.
No todos poseían exclavos, debían ser comprados y su precio era frecuentemente alto. Los exclavos eran hombres expulsados de su clan por haber cometido algún crimen. No tenían derecho a tierras, ni contaban con la protección del clan. Habían perdido los derechos que el clan otorgaba asi que se convertían en exclavos. , Trabajaban en los campos pero no compartían la riqueza de la casa. Dormían en el hogar del dueño y eran más o menos tratados como uno de la familia. No se habían establecido reglas acerca de cómo debía tratárseles, eso dependía de los propietarios. Las muchachas exclavas podía recuperar su derecho de clan casándose con hombres libres. El padre de águila que habla nunca los había tratado mal y solía decir a sus hijos que recordaran que uno de los grandes jefes aztecas itzcoalt nació de un esclavo liberado. Por sus propios méritos itzcoatl se elevó al grado de llegar a ser gran tatloani
La familia de águila que habla inclinada bajo el peso de los productos que llevaban a cuestas se unió al tropel de aztecas que corrían hacia el mercado como una muchedumbre de hormigas. Cruzaron el amplio canal, pasaron frente al mural de la serpiente, y doblaron a la izquierda
Enfrente de ellos se erigía la pirámide templo. A la derecha el gran palacio de moctezuman, y a la izquierda frente al palacio, el mercado. En una esquina, donde aparecían sentados bajo un toldo los jueces del mercado, surgía el calendario de piedra. Pesaba más de veinticinco toneladas y era tan grande y era tan grande que nadie podía imaginar como había sido transportado desde tierra firme, atraves de las calzadas de madera-
El mercado, al que llamaban tianguis, se celebraba todas las semanas. Había un mercado diario, donde la gente se proveía de lo que diariamente necesitaba, pero el mercado mayor, el que atraía a la gente de muchos kilómetros a la redonda, se celebraba una sola vez a la semana. Eran muchos pueblos los que, llevando a cuestas productos, viajaban desde sus pueblos, situados a más de cinco días de distancia, para asistir al mercado. El padre de águila que habla, como la mayor parte de la gente, podía distinguir a sople vista de donde provenían aquellos. Las tribus usaban túnicas que las distinguían entre sí. Algunos se pintaban los rostros con círculos y líneas onduladas, y decoraban su pelo engrasado con plumas de loro, rojas y verdes. Esos eran los de tierra caliente, de la costa, vecinos del mar. Los que llegaban tan cubierto de ropa que apenas enseñaban en rostro, venían de las tierras frías. Traían sencillas túnicas y su cara estaba arrugada, como una hoja vieja.
Cada producto tenía un lugar propio en el mercado
En una parte, las mujeres sentadas en petates, cubiertas por un pequeño toldo, vendían pájaros y aves vivas. Ahí estaban los pavos, impasibles, con las patas atadas, los palomos dentro de pequeñas jaulas de madera, y los loros, las lechuzas, los patos, y los codornices. Junto a ellas, los herbolarios. Las viejas mujeres que a atraves de su larga existencia habían llegado a conocer el valor y el nombre de cada hierba, raíz o árbol de la tierra, las vendían, sacándolas de bolsas de algodón. Las hierbas eran las medicinas de los aztecas, usanbanlas para dolores de muelas, para enfermedades del estómago, para males de la vista, para los pies adoloridos y llenos de ampollas de tanto caminar. Decían las ancianas que tenían un remedio para cada enfermedad.
Los indios de las tierras cálidas traían pieles de jaguar y de puma, que extendían para que todos las vieran, tambien traían pieles de nutria de mar, y para quienes podían pagarlas, pieles del murciélago, tan hábilmente cosidas que parecían una sola pieza del más fino de los tejidos. Train asimismo aves y animales vivos para el zoológico de Moctezuma.
Venían luego los vendedores de sal, los más pobres de todos. Empleaban el tiempo extrayéndola de los lagos que rodeaban la ciudad. Ventian el agua salada en un recipiente de poca profundidad y esperaban a que se evaporase. Luego limpiaban la delgada capa de sal que quedaba en el recipiente, la ponían en platos de arcilla y la vendían o cambiaban en el mercado.
Se destinaba un gran espacio del mercado para los que vendían maíz y otros productos vegetales de la tierra. Ese espacio, naturalmente, tenía gran demanda. El indio que tuviera frijoles que vender y necesitase maíz en cambio, se sentaba frente a un mercader en maíz, abrían el costal de frijoles y los mostraba para que los examinase. El otro los escurría en sus dedos, partía uno por la mitad y lo comía. Si le satisfacía, podía tal vez ofrecer la mitad. De su maíz por toda la carga de frijoles. Entonces empezaba el regateo. Cada quien sentado frente a su costal alegaba sin cesar, y a veces alzaban a tal grado la voz que tal parecía que se habían enojado. Si elevaban demasiado la voz un juez del mercado caminaba arriba y abajo entre las filas de vendedores y compradores. Si surgía una dificultad real, arreglaban el asunto inmediatamente. Si los que discutían llegaban a las manos, acudían los guerreros aztecas y el culpable de la situación iba a dar a la cárcel.
Los aztecas no tenían dinero, pero conocían el valor de las cosas. El valor era lo que cada cosa significaba para un indio. Una cantidad igual de maíz tenía más valor que una cantidad igual de frijoles, porque el maíz que se hincha al coserse, podía utilizarse en muchos derivados, asi, si el maíz tenía un valor doble al de la misma cantidad de frijoles. Era muy apreciado el oro y tambien la plata.
Los más precioso para los aztecas era el jade. Bella piedra verde, se halaba en las montañas del sur, cerca de Guatemala, y era muy escaso. Lo consideraban símbolo de buena suerte y su color verde era el símbolo de la fertilidad, ya que lo viviente era verde. Cuando un azteca moría, ponianle en la boca una pequeña piedra de jade. Creían que el jade era su otro corazón. Todo eso tenía valor, aunque no fuese valor monetario.
Más tarde se empleó el grano de cacao como moneda. El cacao, del que hacían chocolate, venia de tierra caliente. Las oscuras semillas, tres veces mayores que el frijol negro, se hallan en grandes vainas del árbol del cacao. Para un azteca, la más maravillosa bebida era el chocolate, era una pasión azteca. En primer lugar, tostaban el grano, luego lo molían hasta reducirlo a polvo, lo mezclaban con agua y le daban sabor con miel y vainilla, haciendo girar en el líquido varitas de madera, hasta que producían espuma.
Moctezuma solía beber cientos de vasos al día. Era raro, porque el cacao debía ser traído a cuestas desde gran distancia. Alguien lo uso como moneda, una cosa podía ser adquirida por tantas o cuantas semillas de cacao.
A muchos atraía el mercado de algodón, particularmente a las mujeres. Estas eran tejedoras, y el algodón constituía un lujo. La madre de águila que habla se marchó a esa parte del mercado acompañada de sus hijas. Pago por su lugar entregando, al que perciba los derechos, cierta cantidad de algodón hilado. Madre e hijas dispusieron sobre el petate sus tejidos y se sentaron aguardando al comprador.
Antes de que los aztecas empleara el algodón, usaron las mujeres las fibras de maguey, con las que hacían telas. Esta planta, casi tan útil como el maíz, hallábase en todo México. Crecía hasta la altura de un hombre, con gruesas hojas, verdes, húmedas, provistas de agudas espinas como alfileres en las orillas. De hecho, las mujeres aztecas las empleaban como agujas. Una vez secas y peinadas, las pencas de maguey producían largas fibras de gran resistencia. Separándolas y peinándolas, las tejedoras obtenían un fuerte hilo que empleaban para confeccionar túnicas y taparrabos para los hombres sus vestidos para ellas. Tambien usaban la fibra de maguey para hacer cuerdas, asas y muchos otros artículos para sus hogares, Asimismo era importante esta planta por otra razón, en el interior del grueso y hueco tallo había un líquido dulce, la miel del maguey, Recolectándolo y dejándolo fermentar lograban los indios el octli, una especie de cerveza muy fuerte. Era de tal importancia el maguey que los aztecas le otorgaban una diosa especial.
El algodón no podía crecer en la tierra alta de México. Hasta que los azteca s conquistaron y se establecieron, otras tribus aposentadas en los cálidos valles no tuvieron algodón suficiente para sus necesidades. La tela de algodón antiguamente un lujo, pronto se convirtió en necesidad. Ahora todos en México usaban capas hechas de algodón.
Los aztecas recibieron el algodón como tributo de una de las trecientos setenta y un tribus sometidas a ellos, y fue a dar a manos de todos. Primero lo cardaban, luego lo hilaban y lo convertían en fibras delicadas mediante un peine manual, procedimiento que conocían todas las muchachas a penas cumplidos los ocho años. Después teñian los hilos.
Obtenían el tinte de algunos vegetales o del tinte natural de ciertas especies marinas. El rojo de las semillas provenía del achiote, el carmín de unos insectos que los aztecas criaban, como si fuera ganado, en las pencas del maguey. El negro lo sacaban de la semilla del árbol genipapo. Todos estos tintes naturales y vegetales estaban de venta en el mercado. Cuando habían teñido el hilo de algodón, las mujeres los tejían y hacían prendas de vestir para sus familiares. No había fábricas, las mujeres tejían en sus casas, en los ratos libres.
En la casa de águila que habla había tres telares. Eran del tipo de cintura, asi llamados porque un cinturón—que la tejedora pasaba por su espalda, sostenía la trama de fibras mientras trabajaba. Uno de los primeros recuerdos que águila que habla tenia de su madre eran verla tejer en sus momentos de ocio. Ella y sus hijas naturalmente fabricaban más telas de las que consumían, y la vendían en el mercado. Todos los días de mercado, el día de tianguis ocupaba ella el mismo lugar sobre el mismo tapete y aguardaba que alguien comprara o cambiara por otros artículos. . Y como su obra era conocida por la belleza de sus colores, y los dibujos de animales y pájaros tejidos, la gente siempre se dirigía primero a su puesto. Asi obtenía mas algodón en rama, asi contaba con medio para adquirir piezas de jade, pavos o patos vivos, y todo cuanto hacia más agradable la vida.
Había en el mercado una suerte de cosas. Grandes pilas de papel para que la gente hiciera con el diversos objetos. Allí estaban los comerciantes en oro y plata, que ofrecían en transparentes plumas de ganso. Otros vendían tejidos de plumas, en los que las plumillas de raros pájaros aparecían formando una tela, de modo que producían el efecto de un mosaico plumario. Eran muy caros, pero todos los guerreros gustaban de cubrir sus escudos con esos tejidos de pluma. Otros aztecas eran artesanos que trabajaban piedras preciosas. Ofrecían estos las turquesas y las piedras verdes en forma de maravillosos mosaicos.
Disponían de largas hileras de platos y escudillas de alfarería. Hacían de arcilla, la pintaban y la cocían al fuego para darle consistencia de metal. En esa parte del mercado podía uno obtener la clase de cacharro que necesitare, del mayor al menor, desde el que apenas contendrían un huevecillo de colibrí hasta el capaz de ocultar a un hombre de gran altura.
En otro lugar del mercado se vendían los alimentos. Había allí toda clase de alimentos conocidos de los aztecas, asi como otros de extraña y nueva naturaleza. Y si deseaba uno que le lavaran el largo pelo negro, allí estaban tambien los barberos para hacerlo. Lavándolo con las raíces del palo jabón y lo perfumaban con aceites extraídos de flores de suave olor. Afeitaban con navajas hechas de cortante obsidiana.
Pero los barberos eran, sin embargo, para los ancianos. La mayoría de los aztecas no tenían pelo facial, y el tenerlo era considerado feo. Por naturaleza los indios tienen poco pelo facial y las madres aztecas ponían paños calientes en los rostros de sus jóvenes con objeto de impedir del desarrollo o matar los pocos funículos que algún día podían crecer. Y si aparecía un pelo transgresor, lo arrancaban inmediatamente. No obstante, por razones desconocidas, a medida que los indios envejecen, empieza a brotarles el pelo en lugares donde nunca había crecido. Los viejos pues, llenaban las barberías.
A mediodía cuando el sol quemaba y los vendedores se refugiaban bajo los toldos, llegaban los mercaderes, o pochtecas
Los habían estado esperando impacientemente, puesto que su llegada equivalía a un espectáculo mitad circo, mitad procesión religiosa. Entraba la columna en el mercado por el lado del calendario de piedra. Al frente, soplaban los guerreros sus conchas marinas, que bramaban como trompetas con sordinas, les seguían animales salvajes enjaulados que transportaban sobre varas los acarreadores indios. Venían luego los prestidigitadores, casi desnudos pues sol vestían un taparrabos pavorosamente pintado con signos purpura y rojo. Lanzaban al aire largos troncos que recuperaban diestramente. Murmuraba admirada la gente hasta que caía uno de esos leños y un jorobado de muy baja estatura de corvas piernas lo garraba rápidamente con una sola mano. El leño era de madera de balsa, casi tan ligero como el aire. Reianse los indios de su propia credulidad. Luego llegaban los pochtecas, caminando lentamente con gran pompa. Cada uno de ellos llevaba un bastón curvado, sus túnicas, atadas a la moda azteca, estaban magníficamente tejidas hechas de los más finos materiales. Frente a ellos caminaban unos indios provistos de abanicos con los que ahuyentaban los insectos y atrás, formando una larga cola, tan juntos unos a otros que producían un efecto de una serpiente enroscándose, iban los acarreadores. Todo lo que entraba y salía de México entraba y salía a cuestas de los indios, puesto que los aztecas no tenían animales de carga. Los acarreadores llevan en las espaldas treinta kilos, que transportaban apoyando en la frente la correa que sujetaba la carga.
Los comerciantes llegaban de las tierras del sur, después de una ausencia de varios meses. Llegaban de las fabulosas tierras de Guatemala cargados de cacao, pieles de jaguar, aves, tintes para el algodón, jade y esmeraldas. Estaba en sus manos el comercio exterior. Los mercaderes tenían su propio gremio, y el derecho gremial pasaba de padre a hijo. Poseían su propia sesión residencial de clan y no pagaban impuestos. Adoraban a sus propios dioses y dentro o fuera de la tierra azteca, nada tenían que explicar de su conducta.
Sus acarreadores transportaban a otras tierras los objetos fabricados por los aztecas, espejos y cuchillos de obsidiana, metales para moler maíz, mosaicos de brillantez piedras, piezas de jade estupendamente labradas y pulidas. A cambio de esto, por tejidos de pluma y panes de sal, recibían los mercaderes los objetos hechos por las gentes de otras tierras.
Al atardecer empezaba la gente a empaquetar sus cosas y a prepararse para abandonar el mercado, Regresaban a sus casas y se disponían a visitar otros mercados fuera de México. Celebrabanse estos en días distintos, lo suficientemente espaciados para que los indios pudieran asistir a ellos con objetos de vender, comprar o realizar trueques.
Cuando el mercado empezaba a perder interés para él, águila que habla se dirigía con otros muchachos de su clan a observar a los guerreros que jugaban al tlachtli, se parecía este juego al baloncesto, y las metas consistían en piedras circulares agujereadas en el centro. En los pueblos donde no había campo de juego, o no tenían esa piedra, los muchachos se adiestraban haciendo un agujero en una cesta. El gran juego de pelota se alzaba frente al templo, era rectangular en forma de i. En el centro del largo patio, situadas en un muro de unos cinco metros de altura estaban las cestas de piedra. Debían pasar esa meta con un lanzamiento vertical de la pelota, no horizontal, asi aprendían los muchachos a jugar. En lo alto y alrededor de todo el patio del tlanchtli había asientos para los espectadores. Uno de los extremos del patio estaba decorado con espantables serpientes de piedra. Allí se sentaba Moctezuma cuando acudía al juego.
El juego se llevaba a cabo con una dura pelota de hule del tamaño de un melón pequeño, debido a que la pelota de hule debía hacerse pasar a través del agujero en la piedra, los guerreros jugaban con los codos, rodillas y caderas protegidos con gruesos tejidos. Constituía un gran suceso hacer pasar la pelota por la cesta.
El tlachtli era muy antiguo, tan antiguo que nadie sabía quién lo había inventado. Jugabase desde honduras en la america central, en las tierras más allá de los mayas, hasta el norte lejos, más de mil kilómetros hacia Arizona. Venia del hule de las tierras calientes, del pueblo olmeca, decía el tío de águila que habla. Tal vez fueron ellos los inventores del juego. Todo parecía indicarlos asi, pero nadie lo sabía con certeza. Cuando los guerreros abandonaron la gran cancha, entraron en ella los muchachos y tomando una vieja pelota de hule, intentaron hacer lo que vieron realizar a los jugadores. Por fin alguien hecho de la pelota por encima del muro de las serpientes y cayó en el canal. águila que habla trepo por el muro y rescato la pelota del agua. Al incorporarse se encontró frente al gran monztezuma.
Rodeado de sus guardias y apoyado en los brazos de estos, según a costumbre azteca, dirigiase al mercado a ver qué cosas traían del sur los mercaderes. Durante breves instantes, aterrorizado, águila que habla le miro el rostro, luego según ordenaba la costumbre, bajo la cabeza y los ojos.
Paso de largo Moctezuma, hacia el teocali
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